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XXX V III Error de los que menosprecian los favores espirituales. Cómo nos hemos de portar con ellos para aprovechar- los debidamente. EVOTA slerya de Cristo: No creía yo que en el sexo devoto, como llama la Iglesia al tuyo, hubiera quien, echándosela de bachillera-des- preocupada, se metiera á tratar de lo que no entien- de y á juzgar lo que está muy por encima de su esca- so juicio y comprensión. Digo esto, á propósito de lo que me refieres en la tuya. Dices que reunida con unas cuantas amigas íntimas y de toda confianza, se leyó mi carta sobre las consolaciones divinas; -y que algunas de las que componían la reunión, extrañaron y como que se escandalizaron de que yo te aconseja- ra pedir y buscar las dulzuras y regalos espirituales, aunque sólo fueran los del segundo género que de- nominé ordinarios. Añades que «ellas se fundaban; > unas en que esos consuelos son golosinas y chuche- »rías de niños, con las cuales llama Dios hacia sí las >almas imperfectas y que son como'niños en la yir- >tud: otras, en que no consiste la perfección ni la »santidad en esos gustos y dulzuras sino en amar á

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