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248 en la vida espiritual algunas prácticas piadosas que nos han servido mucho para adelantar, que nos han hecho un bien positivo, y que por lo mismo, nuestro corazón se apeya á ellas insensiblemente, como si fueran el único canal por donde Dios hubiera de comunicarnos sus dones; y esto acontece de un modo especial con aquellas mortificaciones ó ejercicios de- votos que son más conforme á nuestro gusto. Por consiguiente,si 4 tus ocupaciones espirituales, por más santas y buenas quesean, las tienes un apego desordenado, de tal manera, que cuando la obedien- cia te las varía Ó te priva de ellas, tú murmuras y te quejas, entonces, ¡mala señal! señal que el espíritu humano reina en tí. Y si porque el director ó Prela- do te privan de esas prácticas piadosas, te ¡maginas que no llegarás á la perfección ó que volverás atrás, sintiendo al mismo tiempo grande pena por esas privaciones que te han impuesto, peor señal. Esa pena no nace de que las cosas que te prohiben ó te quitan sean conducentes á tu santificación; nace de que tú estabas muy casada con esas ocupaciones san- tas; de que les tienes un afecto desordenado, de que buscas en ellas tu satisfación más que el agrado de Dios, pues El ha dicho que le agrada más la obe- diencia que el sacrificio, más la abnegación de la propia voluntad que las mortificaciones y comunio- nes. Melior est obedientia quam victima (L. Reg. XV, 22). Además ¿quién te ha dicho á tí que al privarte de lo que te agrada, aunque sea esto bueno y santo, es privarte de los medios de perfección? No hay tal; lo que hay es que el espíritu humano ama natural- mente lo que es perfecto ó conduce á la perfección: pero en eso mismo busca lo que le agrada y lisonjea, tanto 6 más que la gloria de Dios, la cual debía ser siempre el único fin de nuestras obras. Otra señal de que el espíritu humano reina en un alma, es el entristecerse 6 inquietarse ella mucho, cuando cae en alguna falta que le da pena, porque la

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