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241 ¿cuál es el otro? insistió el misionero; y él contestó muy satisfecho: Mi suegra, Padre. Rióse el Padre de tan extraña síflida, como yo me he reído de la tuya, aunque él se reía con más razón que yó, porque el colocar á las pobres suegras entre los enemigos del alma no deja de ser un chiste Óó una exageración de yernos aburridos; pero el considerar como enemigo de nuestra salvación al espíritu humano, nada tiene de exagerado, porque él es realmente (si no enemigo del alma), enemigo acérrimo de toda virtud y per- fección sobrenatural, y adversario irreconciliable de cuanto tenga visos de santidad. Ese espíritu humano, cuyo carácter y cuyos estra- gos te dí á conocer en mi anterior, suele mezclarse en todas nuestras buenas obras, y adquirir un desarro- llo grande en la vida espiritual, si el alma no lo com- bate de frente; y por eso es muy del caso estudiar con detención los artificios de que él se vale para sus fines. Ya te he dicho antes que el fin principal de la naturaleza ó del espíritu humano, es buscarse á sí propio, y obrar por sí mismo independientemente de la gracia, con lo cual nos priva de grandes bienes y nos causa grandes estragos. Para entender esto bien, es preciso tener presente que no es lo mismo estar en gracia, que obrar movido por la gracia. Una persona santa está en gracia de Dios, cuando duerme y cuán- do ríe; pero no por eso se dice que la risa y el sueño sean obras de la gracia, sino de la naturaleza, aunque tratándose de un santo, también pueden serlo de la gracia. Un niño de pocos años, cuando come, cuando llora y cuando juega, ciertamente que está en gracia de Dios y vestido de la inocencia que sacó de la pila bautismal; pero no por eso se atreverá nadie á decir que el juego y el llanto de aquella criatura sea obra de la gracia, sino de la simple naturaleza. Obrar por principios sobrenaturales 6 por moción de la gracia, significa otra cosa muy distinta; significa dirigir á Dios todas nuestras operaciones internas y externas.