BCCPAM000540-5-09000000000000
Este, al decir de un Doctor místico de mucha cele- bridad, tiene sus comienzos en una región grande- mente poética, deliciosa y encantadora; tan encanta- dora, deliciosa y poética, que el hombre no conoce sus encantos, sus delicias y su poesía hasta que ha salido de esa región misteriosa, que le tenía como fuera de sí, absorto y enajenado. Si las palabras groseras destinadas á describir los goces materiales, pueden servir para darnos una idea de los goces del espíritu; si los encantos y delicias de la naturaleza pueden compararse con las delicias y los encantos de la gracia, sólo una pradera hermosa tapizada de menuda yerba y silvestres flore- cillas; sólo un ameno campo regado por mansos arro- yuelos, en cuyas verdes orillas se crían plantas olorosas que perfuman el ambiente; sólo un inmenso jardín poblado de árboles frondosos, en cuyas ramas cantan dulcemente las aves del cielo, es lo que puede darnos alguna idea de esa región maravillosa donde tiene sus comienzos el camino de la virtud. Los mís- ticos la han llamado metafóricamente pradera espiri- tual ó región de los primeros fervores. Ahora bien: de las almas que emprenden la senda de la perfección cristiana, unas perciben toda la her- mosura y todas las delicias de esa mística pradera, y Otras pasan por ellas sin apercibirse de nada: sólo experimentan las tranquilas emociones que producen un clima templado, una atmósfera brillante y un cielo benigno. Al primer número pertenecen las almas con- vertidas; y al segundo número todas aquellas que por dicha suya han sido criadas en el temor de Dios, y. no «han dejado nunca el camino de la virtud, ó si lo han dejado alguna vez, han vuelto á él apenas han conocido su extravío. Los primeros fervores de estas almas inocentes, rara vez presentan un carácter extra- ordinario y carecen de intensidad, excepto el caso en que Dios quiera sacarlas del mundo y conducirlas al claustro, mediante la vocación religiosa; que enton-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz