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224 cuando apartan de Dios, y no nos dejan tiempo para entrar dentro de nosotros y dedicarnos á la oración, Y si la doctrina de estos santos te parece también exagerada, pon los ojos en aquellas dos santas her- manas, Marta y María: ésta se está muy quieta y sentada á los pies del Señor, oyendo su celestial doc- trina, sin acordarse siquiera que era preciso hacer la comida; la otra muy solícita y afanada, corriendo de acá para allá, subiendo y bajando para obsequiar debidamente á su Divino huésped; y viendo que su hermana en nada le ayudaba, quedóse parada delante del Salvador, quejándose humildemente. «Señor, ¿no yes que mi hermana me deja sola para servir? Mán- dala que me ayude.» Sabes lo que contestó Jesucristo á esta queja que tan justa parecía? «Marta, Marta, tú estás muy llena de cuidados, y son muchas las cosas porque te fatigas cuando una sola cosa es necesa- ria. María ha escogido la mejor parte (1).» No re- prende aquí Nuestro Señor las obras de caridad y misericordia, que tanto recomendó otras veces; lo que reprende es la demasiada solicitud en ellas, ó las muchas ocupaciones que nos impiden estar con Mag- dalena á sus pies, escuchando sus divinas enseñanzas. Por lo tanto, amada Teófila, no te dejes llevar de un celo indiscresto 6 de un fervor imprudente; no te cargues con tales prácticas de piedad ó con tanta multitud de obligaciones, que te disipen, y poco á poco, insensiblemente, te vayan apartando del buen camino en que por fortuna aún te encuentras. Mira que con ese procedimiento que ahora sigues, se con- vierte fácilmente en mundana la persona más devota, y no quiero que en tí se obre tan fatal mudanza, por- que sería muy sensible esa caída para el corazón de tu afectísimo Padre, Fr. AMBROSIO. (1) Luc. x 42.
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