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218 s0s, porque nos libran de muchos peligros espiritua- les. El mantiene vivo en nosotros el fervor de la devoción,y nos libra de caer en la falta de hacer nuestras devociones por rutina, con tibieza y sin atención. El disminuye nuestros gustos y aficiones á las cosas del mundo y á los placeres de la tierra, rodeándonos de una atmósfera celestial que disipa las peligrosas ilusiones de la vida. El nos impide familiarizarnos conlos pecados veniales, y nos hace estar en guardia para no caer en pequeñas faltas, en ligeras mentiras, en envidias ofensivas, en cen- suras enojosas, y en esa locuacidad, en la cual dice el Espíritu Santoque no faltará pecado. El nos libra de desperdiciar la gracia que Dios nos envía, ha- ciendo más reverente y fructuosa nuestra frecuen- cia de Sacramentos. El nos obliga á renoyar conti- nuamente nuestros buenos propósitos, aumentando nuestros deseos de hacer más por Dios y de perse- verar siempre en su divino servicio. El nos penetra interiormente, despierta nuestra ternura, ilumina el entendimiento, inflamaá la voluntad, llena de gozo al espíritu, mata los resavios de la naturaleza, nos da quietud y suavidad para con nosotros mismos, dul- zura 6 indulgencia para con los demás, y humildad y amor para con Dios. Pero ¿quién puede numerar en pocas palabras los maravillosos efectos de esos sentimientos de contrición? Sólo diré, para terminar, que aumentes en tu corazón ese dolor habitual de la culpa, y que huyasde cuanto te lo pueda quitar Ó menoscabar. Anímate, pues, querida Teófila; trabaja incesan- temente en tu propia santificación; negocia con ese talento que Dios te ha dado, y no lo tengas ocioso; dedicate de lleno á las prácticas de piedad, y pidele mucho á Nuestro Señor por tu afectísimo Padre, Fr. AmBRosio.

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