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211 Ella, pues, levantemos nuestros ojos, como los levanta el marinero al norte que le rige ó al faro que le anuncia el puerto. Porque en hecho de verdad, ¿qué somos nosotros en este mundo sino naYegantes per- didos en el mar de la existencia humana? Aquí habiamos con los habitantes de Cedar; sentimos las tristezas del destierro, y experimentamos á veces la soledad espantosa del náufrago que gime en medio de un golfo borrascoso, sentado sobre solitaria roca, á donde van á estrellarse con espantoso estruendo las agitadas olas del mar: Pues ¿qué náufrago no llama con amoroso suspiro á la nave salvadora? ¿Quién atraviesa mares desconocidos, expuesto á los riesgos de sus movedizas ondas, sin tener fijos los ojos en la Estrella guiadora? ¿Quién, conociendo los escollos y ocultos bajíos que rodean la entrada del puerto, no tiene fija su mirada en el faro esplendoroso que le muestra el camino? Pues así, Teóñfila, cual navegante cansado y rendido por las fatigas del viaje, nunca pierdas de vista á María, que es para nosotros faro, estrella y nave que nos librará del naufragio tremen- do de la culpa, y nos conducirá por el seguro camino de la perfección cristiana. Este es, en último resultado, el verdadero y natu- ral efecto de la devoción 4 la Santísima Virgen María. Que ella sea tu guía y tu consuelo, es lo que hoy te desea tu afectísimo Padre, Fr, Ambrosio. CARTAS Á TEÓFILA
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