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199 te, ignoran las maravillosas consec uencias que se si- guen de esa unión personal; y esta ¡enorancia es un estorbo grande para hacer progresos en el conoci- miento y amor de Jesucristo. Otras, habiendo leído ú oido decir que Dios se vistió de carne humana, creen que la sagrada Huma- nidad de Cristo es una especie de vestidura con que el Verbo Eterno quiso adornarse; y esa vestidura piensan que es lo que en Cristo llamamos hombre lo cual es falso, absurdo y herético, de la manera que ellos lo consideran; porque lo consideran de un modo groserísimo, separando las dos naturalezas, rompien- do la unión hipostática, teniendo á la Húmánidad sacratísima por cosa separable de il como el ves- tido lo es de la persona que lo lleva; y la Humanidad sacratísima, el hombre á quien llamamos Jesucristo, no solamente no es separable de Dios, sino que es Dios mismo, una Persona divina, el Verbo Eterno hecho hombre; que por eso el Evangelio nos dice, no que el Verbo se vistió de carne humana, sino que el Verbo se hizo carne y habitó con nosotros: Verbum caro factum est, et habitabit in nobis (1). Por lo tanto, amada Teófila, en nuestras oraciones ó6 meditaciones, y en el cultoquetributemos á Jesucris- to no hay que separar nunca á la Humanidad de la Divinidad, no hay que dividir á Cristo, porque de lo contrario, incurriremos en el anatema fulminado por el amado Evangelista, que dice: Ningún espíritu que divide á Jesús esde Dios; es más bien un anticristo. (2) Y ese anticristo de que habla San Juan, es el que detiene á muchas almas en el sendero de la virtud; porque ellas, á causa de su ignorancia, no se forman un concepto cabal de Jesucristo, ni conocen á Dios humanado, principio y fin de toda santidad. ¡Oh cuán grande obstáculo para la perfección es la igno- Joan. 1, 14. (1 (2) I-Joan. rv, 3.
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