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ius. ii A o a o A 180 que le habían de servir para representar al vivo la gruta donde nació en el tiempo por amor del hom- bre el Autor de todos los siglos. Y cuando llegaba la Noche buena, eran tales sus transportes de júbilo, que superaba al de los pastores belemitas, cuando el ángel del Señor, radiante de gloria, les anunció el nacimiento del Salvador! Cuántas veces en aque- lla” noche se quedaba extático, orando él solo, no ya ante el portalito de la iglesia, sino ante el que había formado en la huerta del convento para satis- facer su deyoción! ¡Cuántas veces se le apareció allí la Virgen Madre, y le entregó su divino Niño para que con él se regalara! ¡Cuántas veces pasó esos días de pascua fuera de sí, absorto y enajenado! ¡Oh, si nuestra dicha fuera tanta! Pero ya que no seamos dignos de recibir sensiblemente esos favores, aspire- mos por lo menos á recibirlos espiritualmente, pi- diéndoselos con humildad al Divino infante y á su purísima Madre; y El, que ha prometido abrir á quien le llame y dar al que le pida, no se hará sor- do á nuestras súplicas. Hazlo, pues, así, amada Teófila: emplea el tiempo de adviento como aquí te digo; prepara tu alma para que sea digna morada del Verbo encarnado; abre tu corazón para recibirlo, como se abren las flores para recibir el rocío del cielo; y cuando ya lo sientas na- cido por la gracia en tu corazón, ¡ay! entonces trá- tamelo bien, y cuídalo como á Hijo de quien es. Mira que es Hijo del Rey de la gloria, y por eso no quie- re habitar en corazones esclavos del pecado; Hijo es deuna Virgen purísima, y por eso le gusta morar en corazones puros yen pechos virginales. Si con estas virtudes adornas tu alma, el Niño Jesús nacerá en ella, y tendrás unas pascuas tan felices y dichosas como las que te desea tu afectísimo Padre, Fr. AMBROSIO.

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