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163 lencio y de esas miradas son las miradas y el silen- cio del alma que lleva sobre sí la mortificación de Jesucristo! La paz interior y la caridad que encierra su pecho, se refleja casi siempre en la sonrisa de sus labios y en la luz de sus ojos. Esto es lo que le hace á ella ser en todas partes buen olor de Cristo para sus hermanos; mientras que las otras son piedras de escándalo para sus prójimos; pero piedras, donde no sólo tropiezan ellos, sino que también caen ellas, con lo cual se atrasan, se detienen y no adelantan en la vida espiritual, Aqui tienes explicada, mi buena Teófila, la causa y el por qué de esas detenciones, de ese poco adelan- to que se nota en algunas personas piadosas. En la solución de su problema han olvidado un dato im- portantísimo, han perdido de vista sus relaciones sociales, su trato con la familia, su roce con el pró- jimo, y, en una palabra, se han olvidado de aplicar los principios espirituales á su conducta externa; y esa conducta es, por lo mismo, poco cristiana, y tio- ne mucho de mundo, porque no está informada por la mortificación de Jesús, sino por el egoísmo huma- no. Examínate en este punto, y si te hallas defec- tuosa, no tardes en corregirte; evita las singulari- dades impertinentes, revístete de una santa alegría, brillen en tus modales la afabilidad, la modestia y la dulzura, para que seas en todas partes á imitación del Apóstol buen olor de Cristo. Esto es de tanta importancia, que San Ignacio de Loyola, el ínclito fundador de la Compañía de Jesús, quiere que co- mencemos la enmienda de nuestra vida, corrigién- donos de aquellas faltas que puedan desedificar ó dar en cara á las personas con quienes vivimos; y en el examen de conciencia, sobre todo en el particular, dice que no hemos de combatir, en primer lugar, los defectos que nos parecen más grandes, y que más nos turban interiormente, sino los que molesten más á nuestros prójimos ó puedan causar en ellos turba- CARTAS Á TEÓFILA 12

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