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158 claramente que ese impedimento oculto que detiene á muchos en el camino de la virtud, está en nuestras relaciones con la sociedad en que vivimos, en descui- dar 6 exagerar demasiado esas relaciones sociales 6 de familia, y por decirlo de una vez, en nuestro mal comportamiento, en nuestra conducta poco cristiana con las personas que nos rodean. Cuando en la resolución de un problema se pasa por alto algún dato importante, la cuenta ha de sa- lir mal, no dando nunca el resultado que se busca; y esto es precisamente lo que pasa á muchos, cuando comienzan la vida espiritual, ó cuando movidos por la gracia divina, se proponen hacer en ella algunos adelantos. Forman sus resoluciones, y con arreglo á ellas establecen un plan de vida: fijan la hora de la oración, la de la lectura, la de las mortificaciones, la del examen y el tiempo que han de emplear en cada una de sus devociones particulares: señalan sus ratos de retiro y sus días de confesión y comunión; recti- fican los menores detalles y lo dejan todo minuciosa- mente planteado; pero se ha quedado atrás un dato importantísimo, las relaciones sociales, el trato con la familia, la conducta exterior que se ha de observar con los prójimos para darles lo que se les debe de jus- ticia y lo que exige la caridad; y este dato se pasa por alto, como si no perteneciera á la vida espiritual ó como si fuera posible tener vida espiritual en el se- no de la familia ó en la sociedad, despreciando los de- beres que la sociedad y la familia nos imponen. Este es un yerro tremendo, yerro que trastorna nuestros cálculos y entorpece nuestra marcha en la senda de la perfección cristiana. La persona que quiera adelan- tar en esta senda, ha de mirar la posición que ocupa en el mundo; los deberes que su estado le impone: las relaciones indispensables que nacen de estos deberes y de aquella posición, y con arreglo á esto debe for- mar su plan de vida: porque el plan que sería muy bueno para un súbdito, no lo es para un superior: el

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