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157 Lo que allí te decía relativo á los engaños de la pasión dominante, confieso ingénuamente que es para marear y para aturdir á cualquiera que ame la vir- tud y que observe con detenimiento que hay muchas virtudes falsas, hijas legitimas de aquella pasión. Lastimoso es, por cierto que muchas personas vayan volando por el ancho campo de la perfección cristia- na con alas de cera; porque, en último caso, se derre- tirán esas alas y las pobrecillas caerán, como cae de lo alto la paloma, muerta de repente por una bala enemiga. Doloroso es, sin duda, que muchas almas anden por un camino trazado, no por Dios, sino por ellas mismas; y que por eso no vayan de Dios acom- pañadas, ni guiadas por el Espíritu divino, ni por el ángel desu guarda, sino por su genio maléfico, y por su pasión dominante, que las conduce á espanto- sos precipicios. «Pero en fin, ya sé -dices—á qué atenerme en cuanto á esto; ya sé lo que es la pasión dominante, y conozco los funestos estragos que causa á las almas, y comprendo la grande gloria que á Dios quita, y sé la manera de descubrirla y el modo de combatirla y vencerla; mas recuerde V. que me dijo ser dos las causas de aquellas cosas que yo le pre- guntaba, y que sólo de una me tiene hablado hasta ahora. Espero, pues, que me hable pronto de la otra, porque cada carta que de V. recibo me descubre nue- vos y más vastos horizontes, y en esos horizontes yeo cosas que ni siquiera sospechaba yo que existie- ran en la vida espiritual. Pues voy á darte gusto, cara Teófila; pero antes debo traerte á la memoria, que me preguntabas dos cosas distintas: 1.* ¿Por qué abandonan muchos el camino de la virtud, con escándalo de los buenos, y regocijo de los mundanos? 2.* ¿Por qué otros ade- lantan poco ó nada en ese camino? ¿Qué obstáculo secreto, 6 qué impedimento oculto los detiene en él? A lo primero te respondí largamente en la pasada; y á lo segundo te respondo en la presente, diciéndote

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