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A eo. 150 vertido en planta perversa, y en vez de dulces frutos, sólo me produces áridos escobajos ó agrios cencerro- nes? Más para que sepas á qué atenerte, debo adver- tirte que la causa por que preguntas no es una sola, como á tí te parece, sino un conjunto de ellas, que unidas entre sí producen tan funesto resultado; del mismo modo que muchos afluentes, desembocarido en un gran río, forman un caudal de aguas que le ha- cen salir de madre, lleyando el estrago y la ruina á las campiñas que riega. Pero así como entre esos afluentes hay uno ó dos de origen más remoto que dan nombre al río, así entre aquellas muchas causas hay dos que son como la síntesis de las demás y las autoras responsables de esos males que lamentamos, De una sola de ellas quiero hablarte hoy, porque el asunto merece ser estudiado con atención, dejando para otro día el entrar en explicaciones ulteriores, si el caso lo exige. Pues lo que produce en la vida espiritual los tris- tes resultados que tú sabes, es simplemente la pasión dominante, gangrena de la vida espiritual, manantial de todos los vicios y muerte de todas las virtudes. Si para darte á conocer la maldad nativa de la pasión dominante hubiera de hacerlo por medio de una comparación, yo la compararía ciertamente al gusano que royó la hiedra que hacía sombra al Profeta Jo- nás, dejándola seca de repente (1). Cuando la langos- ta cae sobre una planta ó los gusanos se apoderan de un árbol y comienzan á roer sus más tiernos pim- pollos, mucho mal le hacen por cierto, puesto que le despojan de su hermosura y lozanía, de sus flores y sus frutos; pero al fin lo dejan con vida, porque el tronco y las ramas vuelven á brotar de nuevo con mayor fuerza que antes. Más cuando el gusano agu- jerea la tierra y roe la raíz 6 el corazón del árbol, entonces ho hay remedio de vida para el arbusto; y (1) Jona. 1v, 7.
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