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139 leyendo: y cuando rendida de él te durmieres, caiga tu cabeza sobre el libro santo, para que te sirva de almohada.» (Ep. á Eustoch.) Si así lo haces, tal vez desaparecerá esa aridez que sientes, y serás tan devo- ta y fervorosa como deseas. El otro punto que contiene tu cuenta de concien- cia merece contestación aparte, y esa te la daré otro día, Dios mediante. Entretanto, ya sabes que puedes disponer confiadamente de tu afectísimo Padre, Fr. AMBROSIO.
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