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133 tro, y resspondió al impertinente discípulo: Pues, sl estás seco, métete en el estanque de la huerta hasta que te remojes bien. Y con esto se levantó y se fuéá sus quehac eres. Pues esto mismo dije para mí, al yer en tu cuenta de conciencia aque las palabras muy árida y muy seca, que fueron las últimas que leí, al dejarla para atender á negocios más urgentes; y esto ya puedes comprender que lo hice, no porque me fastidie el escribirte, queen ello encuentro mucho gusto y no poco consuelo; sino porque las muchas ocupaciones me obligan á veces á dejar una cosa por otra, hasta que tenga tiempo de volver á ella. Hoy, pues, que ha llegado la hora de volver á tu carta, voy á dedi- car un rato á contestarla cumplidamente. Comenza- ré, según costumbre, transcribiendo tus palabras, para que nos entendamos mejor. «Yo no sé, dices, cómo ando en mi vida espiritual: 19Snoro S voy hácia atrás ó hácia delante, ó lo que es más probable, si estoy dando vueltas alrededor sin salir nunca de un mismo sitio. Yo quisiera amar á Dios como le amaron los Santos, y quisiera también no hacer contra El á sabiendas la más mínima ofen- sa por venial que fuese. Este querer es en mí una cosa positiva, porque yo losiento; y ápesar de eso, veo con asombro que falto muchas veces voluntari 19- mente. El amor propio se mezcla, no sé cómo, en todas mis buenas obras, y esto de tal manera que aun las mejores van casi siempre precedidas ó acom- pañadas de alguna circunstancia que las malea; re- sultando de aquí, que soy como esos manzanos daña- dos, que el mejor fruto que dan es una manzana picada por algún lado. En cuanto al estado de mi alma, es de una aridez y una sequedad desconsola- dora. El único rato que paso bien es el que sigue á la sagrada Comunión: en él parezco una persona dis- tinta de lo que soy: las aspiraciones de los Santos me parecen colin y mis deseos de penitencia, mis ardien-

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