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ERRORES 118 puerto bonane ¡ble? ¿También tú te entristeces de lo mismo que debías ale grarte? ¡Válgame Dios, qué Tú te crees deserac liada por las tentac 10nes que ae es, y el Espíritu Santo 5 dicho: «Bien- aventurado el que sufre tentación (1).» Tú te quejas con grande amargur: a de l as te cook da que te cer- 1, y el Apóstol S antiagoexclama: «A legráos cuan- 2 . Tú dices que dí do os veáis rodeados de tentaciones tus tentaciones son prueba de que tienes á Dios agra- yiado; y, sin embargo, el Arcángel Rafael .dijo á Tobías: «Por: que eras pe á Dios fué necesario que la tentación te probara (3). » Tú, finalmente, de- seas con ansias verte libre de tentaciones; y no obstan- te eso, Jesucristo no nos enseñó á pedir le al Padre que nos librara de tentaciones, sino sólo que no nos dejara caer en ellas. Esto indica claramente que tú te has formado un concepto muy errado de la natu- raleza de la tentación, y esa es la causa de tus amar gas quejas. Conviene, por lo tanto, no pasar adelante, sin instruirte en este punto substancial de la vida espiritual. Partamos, pues, de este principio indiscutible que arroja mucha luzsobre el asunto que vamos tratan- do. Dios, en sus eternos y sapientísimos juicios, ha determinado no darnos la gloria á los adultos más que á título de recompensa, á título de premio, á título de galardón y, por decirlo de una vez, á título de corona (4). Ahora bien: toda corona supone un triunfo conseguido, una victoria alcanzada de nues- tros enemigos en el campo del honor; y toda yicto- ria supone una batalla reñida en la que ha peleado gloriosamente el vencedor. Suprime la batalla, y habrás suprimido con ella el triunfo y la corona. 1) Jacob. 1, 12. (9 Jacob. 2, 3 Tob., x11, 13. (4 Apoc. 11, 10.
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