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el cual quiero considerar la mortificación, sino como preservativo de grandes males. : En nuestra infancia hos enseñaron que los enemi- gos del alma son tres: mundo, demonio y carne. En aquella edad dichosa en que*“aprendimos esta verdad, no podíamos comprender cómo la carne fuera un ene- migo del alma; pero después una triste experiencia nos prueba que este enemigo es por lo menos tan te- rrible como el demonio mismo; y más todavía que el demonio, según te demostré en otra ocasión. Aun- que la fe no nos enseñara esta triste verdad, la lucha interior que sentimos dentro de nosotros nos la ense- ñaría demasiado. La carne, ha dicho el Apóstol, codi- cia y se levanta contra el espíritu, y éste contra la carne: las pasiones contra la razón, y ésta contra las pasiones; los apetitos contra la ley eterna grabada en nuestra alma, y el alma toda contra esos apetitos de su cuerpo corruptible. Y en esa luchainterior saldrán victoriosas las pasiones y el espíritu vencido, si el hombre no refrena y mortificaesa carne, donde tie- nen su asiento las pasiones. Y, ¡ay del cobarde que no se atreva á domar la rebeldía de ese enemigo, porque será víctima de él! Yo no he visto en el mundo sober- bia mayor que la del pobre que de repente se hace rico; ni despotismo tan grande como el de la esclava que pasa á ser señora; ni tiranía tan bárbara como la del tribuno que sube al poder proclamando libertad: puesesa tiranía y ese despotismo no es comparable todavía con el que ejercen las pasiones sobre un alma que se deja llevar de ellas. El caballo sin freno se desboca y lleva al jinete de lodazal en lodazal y de precipicio en precipicio, hasta dar con él en un des- peñadero; y el alma encerrada en un cuerpo no suje- to al freno de la mortificación, es llevada también de pecado en pecado, de vicio en vicio, hasta dar eonsi- go en el abismo desu perdición eterna. ¿Cuántas ve- ces, si no, han puesto las pasiones en peligro nuestra salvación? ¿Cuántas veces las malas inclinaciones de