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90 y lozanía. Esto mismo le pasaá la hermosísima flor de la pureza: si se aja Ó se marchita con un pensa- miento, una conversación ó un deseo torpe, el rocío de la gracia divina le devuelve su belleza y su fra- gancia, pero si se pierde por obra, ¡adiós para siem- pre! Si cortas la rosa y la separas de la ramita que la sostenía, se secará irremediablemente: y ni el relente de la noche, ni el rocío de la mañana, ni las perlas que la aurora derrama sobre las flores, ni nada del mundo bastará para darle nueva vida. Se arrancó la rosa, y sólo queda el rosal; se cortó la flor, y no queda más que su tallo; se perdió la virginidad, y no queda más que la castidad. Esta castidad puede ser de tres clases: virginal, viudal y conyugal. La primera ya sabes la que es; la segunda consiste en la completa abstinencia de placeres sensuales, después de la muerte del consorte y á esta clase pertenece la de aquellas personas solte- ras que, habiendo tenido la “desgracia de consumar por obra algún pecado de impureza, pasan el resto desu vida castamente. La tercera consiste en la absoluta abstinencia de placeres carnales, fuera de aquellos que hace lícitos el Sacramento del matrimo- nio; y esta castidad es sin duda la menos perfecta, así como la virginal es la más perfecta y sublime; peroen realidad las tres son muy apreciables, y cada una tiene su grado de merecimiento. Por eso dice San Ambrosio queá la pureza de las vírgenes se debe alabanza, perode modo que no se perjudique á la castidad de las viudas; y á estas se debe. honra, pero de tal manera, que no se quite el debido obse- quio al honesto matrimonio. Y en otro lugar dan- do á cada grado de castidad el valor que merece, dice en un arranque de entusiasmo: «Tiende la vista por el campo de la santa Iglesia, y aquí verás lirios de virginidad que con su candor y blancura Ja hermosean: allí verás plantas de honesta viudez y grave continencia que con su decoro la atavían: y
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