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XIII La virginidad: sus excelencias: modo de conservarla: premio que merece. a Y e) s Arisima Teófila: Seguro estoy que al leer el título de la presente, acude á tus labios una * dulce sonrisa, viendo satisfechos tus deseos; pues me decido á hablarte de esa celestial virtud, que forma las delicias de tu alma y el encanto de tu corazón. Me pides que te diga algo sobre las excellen- cias dela virginidad, que te hable de los altos tim- bres de una esposa de Cristo, y que te escriba con franqueza lo que siento acerca del propósito que has concebido, de conservar intacta y en toda su pureza esa flor preciosa de la virginidad. «¡Fuera mundo! me dices: renuncio á sus placeres; renuncio á tomar esposo en la tierra; no quisiera tener otro quejel del cielo; quisiera ser toda de Jesucristo, para poder decir con la esposa de los Cantares: «Mi Amado para mí, y yo para mi Amado.» Pues lo que siento de esto, inolvidable Teófila, es un placer grandísimo, tan grande, que no ha podido disminuirlo en nada la esperanza cierta que de él tenía. Y digo esperanza cierta, porque, aunque nada >
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