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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 47 noci que el jardín de mi alma estaba medio seco; me apresuré á cultivarlo con la mortificación y el silencio; y después que le yí brotar algunas flores, invité á mi Amado á pasear por él, diciéndole con la esposa de los Cantares: ¡Ven, Amado mio, salgamos al campo, more- mos en los jardines, madruguemos á ver los sembra. dos, veamos si floreció la viña, si las flores han dado fruto, y si brotan ya los granados! Y Él, que es tan complaciente, viene y me lleva por regiones descono- cidas, y le hace sentir á mi alma delicias inefables, que no se pueden expresar con lengua humana. Y si acaso yO soy tarda en convidarle, Él mo invita á mí, hacien- do resonar en el fondo de mi alma estas halagiieñas palabras: —¡Levántate, amiga mia, paloma mia, y ven; apresúrate, que ya pasó el invierno, se retiró la llavia, han aparecido las flores en nuestra tierra, llegó el tiempo del canto de las aves, la voz de la tórtcla se ha oído, han brotado las higueras, y las viñas florecientes están dando grato olor. Levántate, pues, paloma mia, y ven! —Y yo vuelo, y desciendo con Él á sus jardines, al sitio de más fragancia, para coger azucenas y estar- me en su compañía hasta que llegue la tarde y decli- nen las sombras. Pero cuando Ll se ausenta Ó no res- ponde á mis arrullos, entonces mi alma languidece, mi espíritu desmaya, y la violencia del amor me hace ex- clamar: Cercadme de flores, y confortadme con manza - nas, porque desfallezco de amor.,, ¿Qué tal el parrafillo de tu carta? ¿No digo yo que viene muy seráfica y teresiana? Y no te vayas á creer que lo digo por burla, porque salta á la vista que no es así. Para que te convenzas de ello, quiero decirte que este modo de mirar al alma religiosa es para mí muy grato; y lo aprendí de nuestra mística doctora Santa Teresa de Jesús, la cual dice en el capítulo once de su vida: “Ha de hacer cuenta el que comienza, que co- IR ta Í | ll | $ E RA DAA ERA
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