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40 LA VIDA RELIGIOSA mo de maldad, para apartarte de él; y yo te digo, mi buena Margarita, que á ese precipicio se va por el ca- mino de eso no es nada, y por la senda de poco me im- porta; quiero decir, por el camino del abandono, que empieza por hacer poco caso de las cosas pequeñas, con lo cual se acostumbra uno insensiblemente á cometer faltas; éstas degeneran bien pronto en pecados venia- les, y éstos tarde ó temprano nos llevan al mortal, si son muchos y deliberados. La raíz de este mal está en reputarse por cosa ba- ladí lo que en la vida religiosa no lo es, porque aquí todo es de importancia; y por eso nos advierte el Espí- ritu Santo que quien desprecia lo poco, caerá en lo mu- cho. Por pequeñeces insignificantes empezamos los re- ligiosos á malearnos, y no puedocreer que ningún alma verdaderamente religiosa, de repente dé caídas gra- ves, sin que antes haya tropezado y caído muchas veces en cosa leve. De aquí la necesidad que tenemos de andar vigi- lantes, y dar mucha importancia en la vida religiosa á cositas de poco valor, porque en eso está el principio de nuestro bien ó de nuestro mal. Pequeña cosa es un agujero como una nuez que sele haga á un navío, y sin embargo, en esa abertura está el naufragio ó salvación del barco; la salvación, si se tapa pronto, y el naufra- gio, si no se hace caso de ella y se deja entrar el agua, que poco á poco hundirá la nave hasta sumergirla en el profundo del mar. Pequeña cosa es también un gra- nito de erisipela, cuando aparece; y no obstante, si se la descuida ó no se la hace caso, puede fácilmente ex- tenderse por todo el cuerpo ó interesar algunos de los órganos principales, y producirnos la muerte. Pequeña cosa es, por último, un orzuelo en un ojo, ó una mancha herpética en la cara, y sin embargo, afea eso tánto á una persona, que no se la puede mirar sin asco ó sin
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