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FLORES DEL CLAUSTRO bre las que fueron manchas y girones, riquísimos bor- dados en oro de encendida caridad, compuestos de azucenas, rosas, pensamientos y menudas violetas. ¡Oh! ¡qué hermosa aparecerá á tus ojos y 4 los mios esa túnica bordada! ¿Quién al verla pensará que en otro tiempo tuvo manchas ni girones? Esa túnica de la inocencia quiero que esté sujeta al talle de mi alma, con precioso cinturón de perlas: él lo constituirá mi voto de castidad, y ellas serán las lágrimas que he derramado por serte fiel y conservar- me intacta para tí. El calzado de mis pies sea tal, que acredite desde luego, que mis pasos (desde mi mística muerte) fueron hermosos, rectos y ligeros por el cami.- no de la virtud. Y mis pendientes simbolicen que mis oídos estuvieron atentos para escuchar tu divina voz, y cerrados para las cosas de la tierra. Las demás jo- yas con que quiero ser ataviada no las menciono, por- que el que esto me mandó escribir me encargó que en este punto.... mi secreto para mí.... ¿Pero dónde encontraré yo tanto oro y piedras preciosas para bordar así mi vestidura nupcial? ¡Ay! ya lo sé. En los desprecios, en las afrentas, en las tri- bulaciones llevadas con resignación por tu amor. Envíame, pues, por esos caminos, ¡Jesús de mi vida! y ya verás cuán solícita voy por ellos, cogiendo esas perlas preciosas que el mundo pisa, porque ciego no conoce. Yo quiero seguirte; yo quiero poner mis pies sobre tus ensangrentadas huellas: yo quiero seguir á mi adorado Esposo lo más cerca que un alma puede seguirle en la tierra. Mundo grande de allá fuera, ¡atrás! Pequeño mun. do del claustro en que vivo ¡¡atrás también!! Ingrati- tudes mias, flojedades en el servicio de mi Dios, faltas pequeñas á los ojos mortales, pero muy grandes siem.- pre á los ojos de mi Jesús, ¡¡todo atrás!! ¡Dejadme! no

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