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Y ARRULLOS DE PALOMAS 143 que él habla 4/mi alma, y le dice que deje la tierra y se eleve con el pensamiento al cielo. Vuela, pues, alma mia por esas regiones elevadas del espiritu, mientras mis ojos admiran la hermosura de ese cielo que parece sonreir sobre mi cabeza, y que ha sido eriado para mí. ¡Qué hermosa es, Dios mio, la soledad para un co- razón que te ama! ¡Pero qué morada tan triste es la tierra para el alma que vive en ella como en un des- tierro! ¡Ay alma mia!, ¿deseas tú ser ura estrella sus- pendida en la bóveda del cielo? ¿Deseas girar como los planetas alrededor de su centro? Pero si tú lo tie- nes, si eres más afortunada que las estrellas! Jesús es el centro de las almas y el rey de los corazones. ¿No es verdad, Jesús mio? Sí; tú eres rey de mi corazón, dueño de mi voluntad, objeto amorosísimo de mis pen- samientos, centro de mis deseos y vida de la mia. Si, mi Dios, tú me tienes como suspendida, como levantada de la tierra; y he aquí por qué todo lo que se relaciona con ella, ni me alegra, ni me entristece, ni me turba, ni me distrae: nada encuentro en ella que pueda merecer un pequeño latido de mi corazón, y por eso, cuando fijo los ojos en ella, le envío una mi- rada despreciativa ó desdeñosa. Cuando trato con las criaturas y éstas no me hablan de tí, huyo de ellas, Dios mio, porque su lenguaje me obliga á exclamar: ¡Ay! no habladme de cosas de la tierra, porque ya no pertenezco á ella. No, yo no vivo ya en ella porque tú me has levan- tado hasta tí, y.... mas ¡loca de mi! ¿qué pienso? ¿qué digo? Mirando al cielo, me olvido por completo de la tierra, hasta el punto de parecerme que no habito en ella. ¡Pobre alma mia, presa en la estrecha cárcel del cuerpo! Quieres volar, quieres unirte ya íntimamente con tu Dios: ¿Verdad? Dios mio ¿y por qué no destru
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