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¡NSALARRSS XXIV EN BRAZOS DE MI PASTOR. (> cae Es E Ra a AE e STE pastor eres tú, Jesús de mi vida, porque FT ¿quién como tú reune en sí las cualida- des de Pastor amante? ¡Oh qué: bien te cuadra este nombre! ¡qué dichosas son las ovejitas de tu redil! ¡qué afortunadas las almas que descansan á tu som- bra ó sestean en tus brazos! La ¡mia no sé que siente, cuando se considera en ellos, y te mira como á su. Pastor divino. ¡Heme en tus brazos, amorosísimo Pastor de mi alma! ¿Conoces á esta ovejita en otro tiempo extravia- da? Si, ¡Jesús mio! yo soy la ingrata que te hizo sufrir con su loco desvarío; pero aquí me tienes ya, enamo- rada y dispuesta á cerrarte aquella herida que abrí en tu amante pecho, y traspasó tu corazón! ¡Yo la abrí! ¡yo la cerraré con mis caricias, con mis besos, y con mis lágrimas! Mas. .. ¿qué digo? tu amor me enloque- ce, me hace delirar, ¿Cerrarla?.... ¡No, Jesús de mis amores, no! ensancharla más: y más; porque, si la cierro, ¿dónde voy entonces á aplacar la sed que de tí tengo, la ardiente sed que me devora? Tengo sed.... mucha sed.... sed de tí.... de tu amor.... y sólo las aguas que manan de tu pecho, pueden refrigerarme; deja, pues, que aplique mis secos labios á la herida

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