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26 LA VIDA RELIGIOSA cimiento de la verdad; ni es tampoco preciso que nos demos á registrar las obras de los Santos Padres para que nos enseñen esta celestial doctrina; porque el mis- mo Jesucristo se tomó el trabajo de enseñárnosla cla- ramente, cuando dijo: “Os elegí... para que adelantéis, deis fruto de virtud, y ese fruto sea permanente., Aquí tenemos, querida Margarita, señalado expresamente el fin que Dios se propuso, al llamarnos á la religión; fin altísimo, fin sublime, fin digno de ser meditado, más de lo que ordinariamente se medita. Para tres cosas dice el Señor que nos ha llamado, y es preciso examinar si hemos correspondido á esos tres fines y á esos tres de- signios que Él se propuso. De lo contrario, no conoce- remos los quilates de nuestra correspondencia, ni sa- bremos á punto fijo cómo van nuestras relaciones con Dios. Comencemos, pues. El primer fin que Dios se propuso al hacernos reli- giosos, es nuestro adelanto espiritual: Posui vos ut ea- tis; y este adelanto en la virtud, y el cumplimiento de este fin, es el que distingue ante los ajos divinos al reli- gioso verdadero del falso. Nosotros distinguimos al religioso del seglar por el hábito, y pensamos que todo el que lleva hábito:y profesa es religioso; pero Dios no juzga asi, porque Él penetra los corazones, y ve que algunos de los que llevan hábito no son religiosos, ni algunas de las que llevan tocas y velos son religiosas, porque no adelantan en perfección, no cumplen con el primer fin de su vocación, ni siquiera de él se dcuer- dan. Y como perdido de vista el fin, se inutilizan los medios, resulta que la religiosa que se olvida del fin para que Dios la llamó, es una religiosa inutil, una reli- giosa falsa. No importa que tenga notable regularidad exterior y que no falte á ningún acto de comunidad; si á eso no añade el aprovechamiento interior, todo es perdido.
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