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432 FLORES DEL CLAUSTRO No quedará criatura á quien no pregunte por El. Al cielo que sus manos formaron; á la luz, destello de su hermosura; á la tierra, regada con su sangre pre ciosa; á las fuentes y los ríos, á los animales y plantas, á los hombres y á los ángeles preguntaré por El. ¡Oh bosques y espesuras Plantadas por lá mano del Amado! ¡Ob prado de verduras, De flores esmaltado! Decid si por vosotros ha pasado! Flores del campo, decidme, ¿dónde está el que os vistió de tan preciosos colores, y os enriqueció con tan delicada fragancia? Aves del aire, vosotras que en rá- pido vuelo cruzáis los espacios, ¿habéis visto á mi Ama- do, el que dió ligereza á vuestras alas? ¿A dónde lo hallaré? En dónde está? ¿Acaso mi Pastor divino, ses- tea con su ganado en la frondosa alameda? ¿Estará en el valle abrevando á sus ovejas en la clara fuente que brota de su Corazón? Ay! entonces... Pastores, los que fuéredes Allá por las majadas al otero, Si por ventura viéredes Aquel que yo más quiero, Decidle que adolezco, peno y muero. Mas ay de mí! que ni el cielo, ni la tierra, ni las flores, ni las plantas, ni los ángeles, ni los hombres me dan nuevas de El! ¿Qué haré? ¿4 dónde iré? ¿4 quién acudiré? A tí, y soloá tí, Jesús mio! ¿No dijiste tú, pe- did y recibiréis, llamad y os abrirán, buscad y encon- traréis? ¿Pues cómo buscándote yo tan de verag, no te encuentro? ¿Cómo te llamo y no me respondes? ¿Cómo te pido y no me das? ¿Dónde está el cumplimiento de tu promesa? ¿Qué se han hecho tus antiguas misericor- dias? ¿En qué ha parado la fineza de tu amor? ¿Qué
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