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IA pa gui A a y e e ere. mr , | ' ' Ñ A i A ES ¿_________-_AIAXA A A ci 422 FLORES DEL CLAUSTRO buscado ansiosos el lugar donde tú reposas, para en- viarte una amorosísima mirada; y de mis labios ha brotado entonces un amante suspiro, que penetrando la puerta de tu prisión ha venido á perderse en ese estrecho recinto donde tú moras. Donde el avaro tiene su tesoro, allá tiene su co- razón: y como tú eres mi riquísimo tesoro, por eso aquí tengo mis pensamientos! aquí los afectos de mi alma! aquí los deseos de mi corazón! Mas ¡cuánto deseaba verme libre de todo, venir á tí, y postrada de hinojos ante tu altar derramar mi corazón en tu presencia! ¡Ay, Dueño mio! ¡Cuánto lo deseaba! Aquí me tienes, pues, vida de la mia! ¿Ves? estamos solos, como los verdaderos amantes que no se comunican los afectos de sus” corazones más que cuando la dulce soledad los pone á cubierto de curio- sas miradas. Puedo, pues, á mis anchas decirte lo que mi corazón siente, sin que oidos humanos lo.perciban. Sólo esas lámparas que arden ante tu divino acata- miento, esparciendo sus apacibles rayos por el templo y bañando de "místicos resplandores ese altar donde tú moras, sólo ellas serán los mudos testigos é intér- pretes quizás de lo que mi corazón siente en tu pre- sencia soberana. Si; decidle vosotras, lámparas brillantes, que en su adoración está mi vida; decidle que su amor es mi recreo; que ya en nada terreno goza mi alma, y que de todas mis delicias él es el centro. Sí, ¡vida mia! tú me atraes como el imán al acero. ¿Qué sería de mí, si no hubiese Sagrarios en la tierra? ¿Qué seria del se- diento sin las fuentes de agua clara? ¿Qué del ham- briento sin el pan de la vida? ¿Qué del triste desterra- do sin un consuelo divino? Por eso cuando en' horas tristes y desconsoladoras el llanto corre por mis meji.- llas, acudo á tí, vida mia, y corro á postrarme en tu

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