BCCPAM000540-5-07000000000000

24 LA VIDA RELIGIOSA frondoso jardín, lo mismo que nosotros; y no pudieron arraigar en este hermoso suelo, no pudieron aclima- tarse en esta tierra de-bendición, y se secaron, y el. viento las arrebató á nuestra vista ¿Pues, qué mano nos cultivó á nosotros, para que no pereciéramos como ellas? ¿Por qué ellas se secaron y nosotros no? ¿Y por qué se quedaron allá en el desierto otras flores hermo- sas y fragantes, que plantadas aquí nos hubieran he- cho gran ventaja? ¿Por qué á nosotros entre tanta multitud de criaturas hizo Dios este favor? Por pura clemencia y por sola su bondad, que nos amó antes de poder nosotros merecerlo. Pues, siendo esto así, ¿con qué pagaremos á Dios tan grande beneficio? Aunque tuviéramos todas las lenguas de los ángeles, y todos los corazones de los hombres, y todos los dias del tiempo para emplear los corazones en amar y los labios en ben- " decir á Dios, todo eso sería nada para pagar merced tan soberana. Y pues no podemos de ningún modo salir de la deuda, paguémosla á lo menos con no olvidarnos nunca de ella, con dar gracias á Dios por sus favores, y corresponder á los misericordiosos designios que ha te- nido sobre nosotros. Que Dios nos ha'traido á la religión con algún gran designio, es cosa fuera de duda. Cuál sea éste, te lo diría yo ahora de buena gana, si esta carta no resulta- ra demasiado larga, porque nosotros debemos conocer ese fin, para secundar los designios de Dios; pero ya que ahora no sea posible detenernos en ese punto, otro dia hablaremos de él. Entretanto, no olvides en tus ora- ciones á tu afmo. P. Fr. A.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz