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Y ARRULIOS DE PALOMAS 415 Tú eres, mi Dios, el Dios de mi corazón, el Dios de mi alma, el Dios creador del Universo; tú eres mi Pa- dre, mi amorosísimo Padre, que me has dado gracio. samente el sér que tengo, imagen y semejanza. del tuyo; tú eres mi Madre, pero una Madre tierna y amo- rosa que me alimenta, no con leche de tus pechos, si con tu misma carne y sangre; tú eres mi hermano, pues al hacerte hombre por mi amor, tomaste mi mis- ma naturaleza y un corazón de carne como el mio; tú eres mi Salvador, pues derramaste hasta la última gota de tu preciosisima sangre por salvar á mi alma perdida por el pecado; tú eres, en fin, mi Médico, Mé- dico celestial y divino que se abre sus venas, y extrae de ellas el bálsamo que cura las heridas de mi alma.... ¡Oh, cuántos títulos tienes, Jesús mio, para que al re- cordarlos mi corazón se abrase en amor por ti! Mas tienes para mí otro más dulce, más tierno y más amoroso, porque tú eres el esposo de mi alma, el querido, el amado, el elegido de mi corazón! Tú eres mi encanto en este desierto del mundo; tú mi alegría en este valle de amarguras y tristezas! ¡tú mi consue- lo en esta tierra de dolor! ¡Ay, cuánto te quiero, Jesús mio! Cuando te contemplo Sacramentado en precioso trono y rica custodia, entre luces y perfumadas flores, envuelto en blancas nubes de oloroso incienso que se esparce en derredor de tí, llenando el templo de fra- gancia suavísima; cuando oigo los melodiosos acordes del órgano y el alegre sonido de las campanillas, unido álos cánticos sagrados que en torno de tu altar elevan los sacerdotes, ¡0h! ¡cuánto goza mi alma entonces, Jesús mio! Mi corazón palpita con violencia, una son- risa de felicidad asoma á mis labios y mi fé te ye ahí, entre ángeles y serafines que baten sus alas impetuo- sas, y sobrecogidos de temor repiten el Sanctus, San-

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