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Y ARRULLOS DE PALOMAS 555 y viejos apuntes con los cuales he podido rehacer su interesante historia, y coordinar los ardientes solilo- quios de aquella alma seráfica, los tiernos arrullos que aquella Paloma de la soledad exhaló junto al sagrario. No preguntes por su nombre, lector curioso, ni tra- tes de averiguar cuál fué el jardín donde nacieron es- tas flores, porque te cansarás en vano. Lo único que se puede saber, lo tengo ya dicho; esto es, que las Flo- res del Claustro nacieron en un convento de Capuchi.- nas al calor de la obediencia santa que es su verdadera Madre y autora. ¿Qué mas se quiere saber? ¿Es acaso menos dulce la fruta confitada, porque se ignore el arbol que la produjo, el huerto en que se crió, ó el nombre de quien la haya endulzado? A qué, pues, averiguar lo que á nada conduce. ¿Qué importa á las letras ni al mundo entero un nombre mas? Hay tantos nombres gloriosos en el olvido! Hay tantos tesoros ignorados en los claus- tros! Sí; donde los impíos y los necios creen que reina la holganza mística, bulle la actividad del corazón en toda su efervescencia, y la del entendimiento en toda su plenitud; en los conventos que ellos juzgan moradas de egoistas, vive el sacrificio diario llevado hasta el heroismo; y donde ellos piensan que solo hay monjas ignorantes, gangueando latines, he hallado yO tesoros de literatura clásica, escritos inéditos, de tan puro es- tilo y tan castizo lenguaje, que ya los quisieran hoy para sí muchos escritores modernos. Y basta de prólogo, lector mio; si al repasar estas páginas sientes deseos de mejorar tu vida y de acer- carte á Dios, no tardes en ponerlos por obra, porque tales deseos son semilla de vida eterna. Fr, A. DE Y.

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