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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 337 y santidad. Hemos estudiado detenidamente la esencia de la perfección religiosa; sus relaciones con la santi- dad y la religión; las virtudes que supone y en especial las virtudes objeto de nuestros votos; la naturaleza y propiedades de los mismos; la excelencia de la pobre- za evangélica; su extensión y límite; los deberes que impone; las faltas que contra ella pueden cometerse, y los grados por donde se sube á la perfección de esa virtud. Otro tanto hemos hecho con cada uno de los votos religiosos, incluso el de clausura, explicando de- talladamente cuanto pertenece á cada cual de ellos; hemos hablado de la observancia regular; de lo que debe hacer la religiosa para convertirse en paloma de Jesús: de los peligros que puede correr en dias de tri- bulación; del asilo de seguridad que tiene para ellos; de las cruces que necesariamente ha de llevar y del mérito que tiene sufrirlas por Dios; de las intimidades de la vida común; de las confesiones, comuniones y pe- nitencias de las religiosas; de elecciones y prelacías; finalmente, hemos visto el tipo de la perfecta religiosa, cuando es súbdita y cuando es prelada. ¿Qué más se puede decir? Para el alma religiosa que quiere apro- vecharse, basta lo dicho; y para la que no quiera, to- dos los libros del mundo son insuficientes; por lo cual vamos á poner fin á éste de nuestra corespondencia. Empecé á escribirlo lastimado de ver la ignorancia de algunas religiosas, la poca estimación que hacían otras de su altísima dignidad, la escasa noticia que tienen muchas de la excelencia y alteza de su estado y profesión, de las obligaciones que:le acompañan, de las virtudes que exige, y de otras mil cosas tan dignas de atención, que no puede dejar de lastimar mucho verlas tan desatendidas como están hoy. Hoy por des- gracia hay religiosas que no saben dar razón de sí mismas, ni del.estado que han abrazado: religiosas 22 A RA RS E ao if ra HE E AA A li E A

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