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Ó CARTAS A SOR MARGARITA 333 todos cuantos la vean tengan por dichosas á las súbdi- tas que tienen tal Prelada, y por bienaventurada á la Prelada que tiene tales súbditas. Si; ¡dichosas súbdi- tas y Prelada dichosísima la que ve su comunidad adornada de virtudes, llena de fervores, puntual en la observancia y respirando mortificación y amor de Dios por todas partes! Y es dichosísima porque el es-. poso divino se levantará para bendecirla y glorificarla. Y ¿qué alabanza es esa que Jesucristo da á la buena Prelada? Óyela, Margarita mia, y procura merecerla. Multe filie congregaverunt divitias, tu supergressa est universas. Muchas hijas tuyas acumularon riquezas; pero tú superas, aventajas y sobrepujas á todas. Por aquí se echa de ver cuán grande es la dife- rencia que hay entre la virtud de una religiosa par- ticular y la de una Superiora, porque aquélla sólo tiene que atender á su aprovechamiento particular, á sus necesidades espirituales, á su propia santifica- ción, que lo demás no corre por su cuenta; pero ésta tiene que cuidar de la santificación de todas, del bien común, del aprovechamiento universal, de las necesi- dades de todas sus hijas en lo que toca al alma y en lo que pertenece al cuerpo, y por esto sus merecimien- tos no sólo igualan á los de ellas, sino que exceden y sobrepujan al de todas. Mucho es, por cierto, lo que merece y gana una súbdita obediente y fiel, ocupán- dose en lo que le.ordenan; muchos merecimientos y virtudes amontona al cabo del día; pero con todo eso tu supergressa est universas; tú ganas mucho más si gobiernas bien, como gana más gloria en campo de batalla el general que con su pericia consigue la vic» toria, que los soldados y gente de armas que comba- tieron á sus órdenes. Bien puede ser que durante la milicia tenga la Superiora menos quietud, menos paz interior, menos tiempo para la oración, menos consue- NATA A ATA a Va MID E ' A E » a a
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