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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 327 que menos le falte. ¡Oh si la humana avaricia acabara de entender esta doctrina de Cristo, y esta hermosa sentencia del Espiritu Santo! El que dá limosna al po- bre no empobrecerá; y el que se la niega, caerá en la indigencia. Sentencia que he visto yo confirmada, mu- chas veces, en todas sus partes. El Convento en que las religiosas, dejan parte de su propia comida para los pobres, aunque ellas se queden con hambre, abunda siempre en bienes espirituales y temporales, pero en donde se niega al pobre necesitado una limosna, nada luce, y aunque entren tesoros se deshacen como la sal en el agua. Por eso, Margarita mia, toma para tí, el consejo que dió á su hijo el Santo Tobías: “Da limosna á los pobres de lo que tengas en tú casa, y ninguno que á tí llegue lo dejes ir vacío; que como así lo hagas, nunca el Señor apartará sus ojos de tí. Si tienes mu- cho, da mucho, y si poco, da poco, que haciéndolo de este modo reunirás un tesoro para el tiempo de la ne- cesidad. ., Y advierte que la limosna no puede darla nunca la religiosa particular, aunque sea á un pobre de su fa- milia y quitándoselo ella de su propia ración; sino la Prelada ú otra señalada por ella es la que ha de darla en nombre de la Comunidad y no de ninguna monja determinada. Y si la monja particular, en virtud de su voto de pobreza, no puede dar ni una limosna sin ofen- der en poco'ó mucho á esa virtud, ¿qué diremos de tantos regalos particulares como salen por algunos tor- nos? (Qué diremos de tanto plato de dulces, de tanta cesta de rosquitas, de tanto bocadito de conservas, de tanto guiso delicado,.de tanto juguete y tanta laborci- lla como se dan á quien no lo necesita, mientras se nie- ga un pedazo de pan á un pobre? Ay! que éste es el ca- mino por donde muchos conventos han llegado á la es- casez, á la penuria, y, lo que es peor, á llenarse de
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