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324 LA VIDA RELIGIOSA e Guarda bien esta preciosa cosecha y llena con ella to- das las oficinas del convento. Las celdas estén llenas de amor de Dios, el claustro respire amor, el coro re- bose en amor y la casa toda arda en llamas de ese amor divino. Para esto debe la Prelada velar mucho por su viña, cercarla bien con el vallado de la obser- vancia, podar sus cepas con la hoz de la mortificación, guardar bien los racimos bajo las hojas para que el sol no los queme y alejar de los locutorios á los zánganos y avispas para que no se coman el fruto; porque si ellos se lo comen y no da la viña fruto para Dios, ya tiene Él leída la sentencia contra ella: “Le quitaré la cerca para que sea pisada de los transeuntes; nacerán en su suelo zarzas y mandaré á las nubes del cielo que no lluevan sobre ella., (Isa. 6.) Pues de esta maldición tan terrible libra la Prelada á su convento, procuran- do que en él se ame y sirva á Dios con perfeccion. Otra condición que ha de tener la buena Prelada, es ser castísima y mortificada, como lo indica el verso siguiente: Accinzit fortitudine lumbos suos et roboravit brachium suum. Ciñóse con fortaleza los costados y armó su brazo para la penitencia. La mortificación y la castidad son dos virtudes inseparables y es de gran- dísima importancia que la Prelada brille y resplandez- ca enambas, siendo pura como un ángel y mortificada como una santa. Y para esto es menester domar la car- ne con el cilicio, armar el brazo con la disciplina, mor- tificar los sentidos y reprimir los deseos del corazón y la vana curiosidad. ¡Ay de la Superiora inmortificada que anda averiguando quién entra y quién sale, siem- pre ociosa, acariciando al gatito, 6 á la perrita, pre- guntando quién fué á los toros y qué vió, cuándo se casa fulanita ó la otra, dando rienda suelta á sus ape- titos y pasiones, comiendo á deshora, hablando siem- pre y andando á sus anchuras! ¡Esa no sirve para
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