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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 13 que nos ha hecho y nos está haciendo continuamente. Por estas quejas comenzó Isaías las primeras pala- bras de sus profecías, llamando por testigos al cielo y á la tierra, contra la ingratitud de los mortales; y así dice él: «¡Oye, cielo! y tú tierra, recibe mis palabras en tus oidos, porque el Señor Dios habló, diciendo: Hijos crié y los ensalcé, y ellos me han despreciado, Amarga es, por cierto, esta queja; y para no merecer- la, quieres tú, Sor Margarita, que pongamos en cuenta de lo que á Dios debemos, los bienes que en el claustro disfrutamos, dedicando á este asunto una carta entera. Me place tu idea, y estoy conforme contigo. Adelante, pues, y manos á la obra. Comencemos enumerando las ventajas y excelen- cias del estado religioso, según las compendia el melí- fiuo San Bernardo en una de sus homilías, diciendo: «En la religión vive el hombre con más pureza, cae menos veces, se levanta con más prontitud, anda con más cautela, es consolado con más frecuencia, descan- sa más seguro, muere más confiado, se purifica más pronto y es premiado con mayor largueza; lo cual, si bien se considera, veremos cierto ser así; porque la observancia de los votos, y especialmente el de casti- dad, nos hace vivir con mayor pureza; la falta de ma. los ejemplos y ocasiones de pecar son parte para caer menos veces; y si por desgracia alguno cae, la consi- deración de las verdades eternas, la exhortación de los superiores y el buen ejemplo de los iguales le ayuda á levantarse más presto. Aquí se anda con más cautela que en el mundo, porque allá van los pobres mortales por un camino resbaladizo y fangoso, tropezando y cayendo y llenándose de barro hasta los ojos; pero en el convento el ejercicio de la oración, la lectura de bue- nos libros y la corrección de los mayores, nos hacen ir derechos hacía el Cielo.

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