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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 309 En segundo lugar, porque yo nunca pensé hacer de estas cartas un ceremonial monástico ni un sumario de los deberes de las religiosas en sus varios oficios ú empleos: que eso cada Orden y cada Comunidad lo tiene para si; y si no lo tiene hallará lo que le falte en la Monja santa de San Ligorio, en San Leonardo de Portomauricio ó en el P. Arbiol, que hizo pesada la lectura de su Religiosa instruida con tantas menuden- cias como allí insertó. En esos y en otros libros pare- cidos puedes hallar lo que necesites para saber condu- cirte bien en el empleo que te diere la obediencia, que yo me limito únicamente á decirte que, en materia de elecciones y cargos, lo más perfecto, lo más sencillo y lo que más te conviene es no desear nada ni rechazar nada: el desear es ambición, el rehusar falta de abne- gación; y tanto lo uno como lo otro debe estar muy le- jos de tu ánimo si quieres ser verdadera esposa de Cristo. No rechaces ningún cargo por trabajoso y humil de que sea ni desees ninguno por bueno y conveniente que te parezca; sobre todo huye de prelacias, y si al- guna vez las deseas, créeme que esos deseos son del demonio. Aunque te parezca que, siéndolo tú, puedes contribuir al bien de la Comunidad y al sostén del convento, y á la reforma de unas y á la santificación de otras, con todo eso, no creas á tu parecer; créeme á mí, que ese parecer tuyo es sugestión y engaño del tentador. ¡Ay de aquella que es Prelada porque tuvo empeño en serlo! ¡Ay de aquella que ocupa un puesto distinguido porque ella lo procuró! ¡Infeliz! El haberlo procurado es indicio de que no era voluntad de Dios que estuviera en él, y por lo mismo en él está contra la voluntad de Dios, perdiendo tiempo, y gracia, y mé- rito, y santidad, lo cual tendría, sin duda, si no hubie- ra deseado ni rehusado nada, indiferente siempre para

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