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Ú CARTAS A SOR MARGARITA 307 tan la santidad de sus monasterios con temores vanos dictados por la prudencia de la carne. La religiosa es en verdad una victima de expiación; pues ¿por qué no dejar que esa victima se inmole enla forma que Dios le inspire y el confesor le permita? Es una vela cuyo destino es arder y consumirse en el altar del Señor; ¿por qué ha de oponerse la Superiora á que arda y se consuma dónde, cómo, cuándo y en la forma que Dios y su director determinen? ¿Para qué sirve la vela apagada? Con esto no es mi ánimo aprobar la indiscre- ción de algunos confesores ni las imprudencias que cometan las religiosas en el uso de las mortificaciones, sino sólo advertir á las Preladas para que no invadan el campo del director ni se Opongan sistemáticamente á la voluntad de Dios. Cuando Dios quiere sacrificar á un alma por el'ca mino de la penitencia, se conoce en que las mortifica- ciones que practica, por grandes y espantosas que sean, no la inutilizan para el cumplimiento de sus de- beres; antes al contrario, le ayudan á cumplirlos con perfección; pero si sucede al revés, bien. podemos creer que aquellas mortificaciones las inspira el diablo 6 el amor propio. Miren mucho las religiosas dedicadas á la enseñanza y á los trabajos de la vida activa que no las engañe el diablo con fervores indiscretos ni mortificaciones imprudentes que las inutilicen para el cumplimiento de £us deberes, porque esto sería correr fuera de camino y apartarse de Dios. Sométase en esto la religiosa al parecer de su Director y de su Prelada: ésta y aquél caminen acordes en este punto y la virtud florecerá en los conventos. Y con esto termino, mi buena Margarita; Dios te haga tan santa como le pide tu afmo. P. Fr. A.
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