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ES a Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 305 Comuniones de costumbre? El Decreto ha previsto este caso, ordenando que quienes alcanzaren el permiso para la Comunión frecuente ó diaria lo pongan en cono- cimiento de la Superiora; y si ésta creyere que existen causas justas y graves que se opongan á la indicada frecuencia, estará obligada á ponerlas en conocimien- to del confesor, aquietándose y conformándose des- pués en absoluto con el juicio de éste., Hasta aqui el mencionado P. Otro de los puntos en que falta á veces la harmo- nía y chocan fácilmente Confesor y Prelada es el de las mortificaciones ó austeridades que él permite á la religiosa que dirige. En esto hay Superioras tan exa- geradas, que hasta han prohibido á la súbdita cumplir la penitencia sacramental, como si su autoridad y ju- risdicción llegara á tanto. ¿Quién es ella para entre- meterse en el foro sacramental? ¿Quién le ha dado poder para ello? Yo bien sé que los confesores deben Ser muy mirados en conceder 6 imponer grandes peni- tencias; pero sé también que las Preladas deben suje- tarse y no oponerse á los designios de Dios sobre sus hijas ni medir el espíritu 6 valor de éstas por su pro- pia flojedad y cobardía. Es muy triste y doloroso lo que alguna vez acon- tece acerca de esta materia: apenas una religiosa da señales de espíritu y la ven amiga del silencio y aus- teridad evangélica, la observan, la espían, la persi- guen á todas partes, le registran hasta las almohadas, prueban su comida, averiguan todos SUS Pasos, y unas por envidia mujeril, porque ven en el fervor de aque- lla hermana una reprensión muda de la relajación propia, se burlan de ella 4 más y mejor; y otras, por un cariño mal entendido, por temor de que la hermana enferme ó se inutilice, le quitan ó esconden los instru- mentos de mortificación y obligan á la Prelada 4 que 20
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