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. . E A 302 LA VIDA RELIGIOSA Este es el terreno propio del Confesor, como el otro es el de la Superiora; y entre ambos, .esto es, en- Ñ 11 tro lo que pertenece al foro interior de la conciencia. Al y lo que pertenece al foro administrativo y exterior, hay un campo comun, cuyos límites es muy difícil se- 70M) ñalar: y por ende muy fácil de extralimitarse uno en 1 él, pasando la raya y usurpando lo ageno. En ese cam- E po hay cosas que pertenecen por igual al confesor y á d la prelada, porque los descuidos y faltas en la.obser- Mi vancia regular, la indolencia y pereza en la práctica | de las virtudes, lo mismo debe reprenderlas el Confe- A sor que la Prelada; pero cada cual en su esfera sin in. Ñ vadir la agena. Ml El confesor debe pensar que nunca podrá él cono- E cer á la religiosa en todos sus aspectos: que hay en la l vida práctica y cuotidiana de su confesada cosas que MA serán forzosamente para él desconocidas ó poco menos; d que su índole, sus actitudes, su temperamento y el al- il cance de sus defectos Ó virtudes son cosas casi extra- A ñas á su ministerio sacerdotal, y muy propias de la ms Superiora, porque ésta dia y noche está viendo á la Me religiosa, conoce los pormenores de su vida interna, Áni su tendencia á la tristeza ó alegría; sus expontaneida- des y primeros movimientos, su inclinación á una vir- tud 64 un defecto determinado, los puntos flacos de su natural; y en todo esto ella es la llamada á corregir y á formar el espíritu de la súbdita. Por donde verás, Ñ Í mi buena Margarita, cuán en harmonía y cuán de A] acuerdo deben marchar los dos en todo, para el bien q ' particular y común de las religiosas. gd Uno de los puntos en que ha faltado esta harmonía, 00d por haber las Superioras invadido la jurisdicción sa- 1] cerdotal, es el de las comuniones, y lo han invadido de mi H tal modo que parecería increible, si no estuvieran sus hechos consignados y reprobados en contestaciones y vi q

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