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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 291 Pero no sólo los cumpliré á la faz de todo el mun- do, haciendo gala de serlo que soy, aunque alguien se me burle; sino que pondré también mi cuidado en cum- plirlos, cuando nadie me vea, cuando esté en mi retiro, oculto en mi celda ó mi convento, verdadero atrio de la casa del Señor. Ea, pues, alma mia; á vivir santa- mente en la soledad del claustro! ¡Dios y solo Dios por testigo de tus sufrímientos y de tu vida interior! ¡Je- sucristo por modelo á que ajustar tu conducta: la Vir- gen por refugio donde acudir en la tribulación: y des- pués... nada! ¡sino amor y sacrificio! con lo cual no só- lo cantarás las misericordias de Dios en los atrios de su casa, sino en medio de aquella ciudad gloriosa, queri- da madre nuestra, que lleva por nombre celestial Jeru salén. In atriis domus Domini, in medio tui, Jerusalem. Aquí tienes, mi querida Margarita, lo que desea- bas; y no puedes figurarte cuánto trabajo me ha cos tado reducir á los estrechos límites de una carta la abuñdante materia de este salmo. Como habrás obser- rado, no lo he puesto en boca de su autor, sino en la: bios del religioso, que expresa con él los afectos de su alma agradecida. En cada verso no hago más que in- dicar las profundas reflexiones á que se presta, dejan- do á tu cuidado profundizarlas y amplificarlas, según la luz que Dios te dé. Tómalas alguna vez por objeto «le tus meditaciones, y sea tu cántico predilecto para dar á Dios gracias por haberte hecho religiosa. El sea contigo y te haga tan suya como le pide tu afectísi- mo P, Fr. A.

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