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284 LA VIDA RELIGIOSA Apostol: Lejos de mi gloriarme en otra cosa que en la Cruz de mi Señor Jesucristo. ¡Oh qué gran bien nos hace el Señor cuando nos envía tribulaciones! en eso muestra querernos bien, y es la mayor y más señalada prueba de cariño que nos puede dar, la prenda más segura y cierta de que somos sus amigos, pues porque lo somos nos prueba y regala para que hagamos asiento en la virtud. La virtud que no se prueba es de pocos quilates y de poco valor mien- tras que la muy probada es de mérito exquisito, mérito que acrecienta el derecho á nuevas gracias y á nuevas recompensas. Siendo, pues, cosa tan preciada las cru- ces y los trabajos, y sabiendo que todos ellos los envía Dios para: nuestro provecho, gran sandez y gran locu- ra seria inquietarnos por ellos y recibirlos mal. No di- go quela carne flaca y la naturaleza rebelde no sien- tan la Cruz y giman bajo su peso; lo que digo es que el espíritu no la rechace ni aborrezca, sino qué la abrace con entera conformidad. Habiendo esto, no es falta ninguna sentir en la parte inferior repugnancia al padecer, ni pedir al Se- ñor que nos libre de él, con tal que tengamos conformi- dad con la voluntad de Dios: pues vemos que Cristo en el huerto pidió á su Eterno Padre le librara de aquel Cáliz; añadiendo empero que no se cumpliera su volun- tad sino la del Padre. Tampoco es falta quejarse amo- rosamente á Dios cuando estamos atribulados, pues vemos que Cristo en la Cruz se quejó al Padre de que lo había desamparado, pero con tanto amor que inme- diatamente le entregó su espiritu, encomendándolo en sus manos. Sea éste tu modo de proceder en las tribu- laciones, y él te hará tan semejante á Jesucristo, como desea tu afectisimo Padre, Fr. A.

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