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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 283 ro culpa que redundó en tu provecho, y por lo mismo le debes estar agradecida. Mira, pues, si tenía razón para decirte que debemos bendecir la lengua que nos maldice, y amar el corazún que nos odia, y volver bien por mal, como Cristo nos aconseja en. su evangelio. Miradas las cosas de este modo, dan paz al alma y ayu- dan mucho á nuestra santificación; pero miradas huma- namente, no traen sino disturbios y rencillas, perdición de algunas comunidades. ¡Vengan, pues, enfermedades, dolores, tentaciones, penas, tribulaciones, calumnias, persecuciones y cuan- tas cruces quiera el Señor enviarnos! ¡Viva la Cruz! ya la mande Dios por sí mismo ó por las criaturas. ¡Viva la Cruz! venga por medio de las criaturas visibles ó in- visibles. ¡Viva la Cruz! ya venga de adentro ó de afue- ra, ya de los hombres ó ya de los demonios. ¡Viva la Cruz y viva el padecer! que no hay en el cielo ni en la tierra cosa más estimable que ésta para el verdadero religioso. Tengo para mí que si en los ángeles y Santos del cielo pudiera haber envidia, la tendrían ciertamen- te de los justos que son afligidos y atribulados en esta vida, porque con estas tribulaciones merecen lo que ellos no pueden merecer. Los que gozan ya con Dios en el cielo deben á Dios aquellos goces, y son deudores suyos; pero los que por amor de Dios padecen y sufren acá en la tierra, son á su manera acreedores de Dios, y en cierto modo el Señor se hace deudor de ellos. Pues valiendo tanto el padecer, que hace á Dios deudor nuestro, ¿cómo tiene tan pocos amadores aun entre las esposas del Crucificado? ¿Cómo se huye tanto de la Cruz? No le hagas tú esos desaires, sino ámala con fer- vor de espíritu, ama las enfermedades, desprecios y humillaciones vengan por donde vinieren; no te quejes jamás de verte perseguida ó menospreciada; y sea tu consuelo en toda tribulación aquella sentencia del

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