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260 LA VIDA RELIGIOSA Allá en los principios del mundo, dice la Escritura santa que plantó Dios en medio del paraíso el arbol de la vida, arbol de virtud tan particular y maravillosa ! que su fruto estaba destinado á conservar las fuerzas del hombre, su salud y robustez, preservándolo de las e enfermedades y de la muerte. De modo que si el hom- | bre hubiera permanecido en su inocencia y la humani- ! ' dad se hubiera propagado en el paraíso, todos se hu- pl bieran mantenido con aquel fruto misterioso y mientras comieran de él serían inmortales, pues, sólo cuando se abstuvieran de ese alimento, perderían la salud y la vida. Pues en el Edén de los claustros religiosos ha plan- tado Dios nuestro Señor otro arbol, de vida, cuyo fruto está destinado á conservar la salud espiritual de los ¡ religiosos y á preservarlos de la muerte del pecado. ' ' Este arbol es la observancia regular y mientras los re- | it ligiosos coman de su fruto y se atengan extrictamente 3 á las leyes de su orden, estarán llenos de vida, goza- p rán de buena salud espiritual y no morirán con la muerte de la culpa; pero en el momento que dejen de '' comer los frutos del arbol de la regular observancia, se 1 debilitarán y morirán, ó se acercarán á la muerte. El Í fruto de este arbol es el que da vida y valor á todas las prácticas religiosas, porque en la religión el confesar y predicar, el mandar ú obedecer, el cocinar ó cantar en el coro, en tanto es meritorio y agradable á Dios, en cuanto está conforme á lo dispuesto en el conjunto de leyes que se conoce con el nombre de observancia re- gular. Por dondese ve que para nuestro caso no es menos importante esta observancia regular, que lo se- ría para los moradores del Paraíso la conservación del arbol de la vida. Pues consideremos ahora, si los hombres habitaran en el Paraíso, cómo cuidarían de aquel arbol; con cuan-
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