BCCPAM000540-5-07000000000000

244 LA VIDA RELIGIOSA no puede hacer el milagro de que brote nuevamente y dé frutos de virtud. ¿Nó son los noviciados la fuente y raiz de las comunidades? ¿Y nó hay noviciados donde las alumnas oyen murmurar de las preladas y de sus mandatos? ¿Nó hay novicias que desde los primeros meses se ven solicitadas por las prefesas á formar en el bando de la Superiora ó en el otro, como si el con- vento fuera un parlamento liberal, donde unas viven de la oposición y otras del mando, hasta que se vuelven las tornas? ¡¡¡Horror!!! Esto pasa, y donde pasa, ha en- trado ya la maldición de Dios y el espíritu de rebelión domina á sus anchas. Estos efectos tan horribles, estos tremendos estra- gos, tienen su principio en las antipatías, prevenciones y envidias; chispas que, si no se apagan pronto, hacen de las comunidades donde prenden un campo de Agra- mante, un incendio espantoso de aversiones y renco- res, una imagen del infierno y un camino seguro para iráél. ¡Cuántas infelices religiosas habrán caído en sus abismos corriendo por esa vía! Líbrenos Dios de se- mejante desgracia y aleje de nuestro corazón y de nuestra mente las prevenciones y los recelos, princi- pio de tanto mal. Aheguemos en nuestro corazón esas pequeñas faltas; arranquémoslas de raiz antes que erezcan y seamos dóciles de corazón, dispuestos siem- pre á cumplir la obediencia, sabiendo que en ella no nos sujetamosá la criatura, sino al Criador; y que cuan- to más pobre y de más baja esfera es la persona á quien por amor de Dios obedecemos, tanto la obedien- cia es más meritoria y á Dios más agradable, como dice nuestro Seráfico P. San Faancisco. Y basta por hoy: de los otros"defeztos contra la obediencia, hablaremos otro día. Adiós, y pide por tu afectísimo P., Fr. A.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz