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238 LA VIDA RELIGIOSA píritu de obediencia y, perdido éste, el alma religiosa es nave sin timón ni gobernalle en el revuelto mar de la soberbia humana, expuesta siempre á peligro de perderse. Por esto debemos acostumbrarnos á obedecer con perfección, no sóloálos prelados y superiores, sino también 4 nuestra Regla y Constituciones, verdaderas leyes de la Religión, obligatorias á todos y á cada uno de sus miembros respectivamente, porque fueron he- chas para regir nuestros actos y unirlos á un fin deter- minado con los lazos de la obediencia. La trasgresión de la Regla y Constituciones es tan culpable á los ojos de Dios, como la desobediencia al Superior, y por lo mismo debemos sujetarnos á ellas con la misma sumi. sión y practicarlas con el mismo espíritu de abnega- ción con que nos sujetamos al prelado, si queremos que nuestra obediencia sea perfecta. Y nos importa tanto que lo sea, que sin ella jamás seremos buenos re- ligiosos: á fin, pues, de que evites los defectos y faltas contra esa virtud, te hablará otro día de ellos tu afec- tísimo Padre, Fr. A.

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