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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 219 señal para juzgar del aprovechamiento de las monjas, porque así como la salud y enfermedad del cuerpo tie- nen sus síntomas por los cuales se descubre 1, así tam- bién el aprovechamiento ó desaprovechamiento del re- ligioso se conoce por ésta y. otras señales. Cuando vemos á uno de mal color, amarillo, con ojeras, inquie- to, sin reposo y sin poderse dedicar á su oficio ó sus negocios, decimos: Mal anda fulano; ¡no está bien de salud! Pero cuando le vemcs colorado, de buen sem- blante, tranquilo, quieto y ocupado constantemente en su oficio, entonces decimos: Bien está fulano: da gusto verlo trabajar. Pues del mismo modo cuando vemos una monja habladorcilla, inquieta, corriendo de acá para allá, frecuentando el locutorio, preguntando co- sas del siglo, acercándose mucho al torno, comunicán- dose mucho con la familia (6 no familia), sin sosiego en la celda y sin poderse dedicar muchas horas á la soledad y á la oración, que es su verdadero negocio, entonces decimos: Mal anda Sor Fulana, poco aprove- chada está; lástima causa verla. Mas. por el contrario, si la vemos recogida, amiga del retiro, enemiga de traer ó llevar noticias, que va al coro corriendo y al lo- cutorio arrastrando, quieta y sosegada en su celda 6 su oración, pasando en esto horas enteras, entonces de- cimos: Bien está esa monjita: cada día adelanta más: ¡da gusto verla! Podrá ser que la religiosa que así vive, parezea triste, por la igualdad de su trato y lo escaso de su con- versación; y que la otra parezca alegre, por la livian- dad de su porte, la ligereza y risa de su trato y su de- masiada charla; pero esta alegría es vana y mezclada de penas, como aquella de quien dice la Escritura que dolore miscebitur; mientras que la tristeza de la otra es sólo aparente y está llena de gozo, según aquello que dice el Apostol: Quasi tristes, semper autem gaudentes- eE ' ' Ml A e ls a tun Se

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