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——_—_——_—————— A A A AA 202 LA VIDA RELIGIOSA la empresa, comenzaré recordando los privilegios que Dios promete á los virgenes por el profeta Isaías, di- ciendo: Yo les daré entrada en micasa, y morada dentro de mis muros, y un nombre más glorioso que el que les dan los hijos y las hijas, porque les daré un nom- bre sempiterno. En cuanto á lo primero que es morar en la casa de Dios y habitar en su palacio, tú que lo gozas, sabes por experiencia lo que esa dicha vale; y si vivir en la casa terrestre del Señor es cosa tan rica, ¿qué será morar en su casa celestial? Pues esa dicha promete Dios á los vírgenes, dándonos á entender que la virginidad tiene el privilegio de ser señal cierta de predestinación. Dice más el Señor; que les dará un nombre glorioso; ¿y cuál será éste? ¡Ah! el dulcísimo, elincomparable, el regaladísimo nombre de esposas de Cristo, como veremos después. Esta es otra gloria de las vírgenes, y esclusivamente de ellas, por lo cual se distinguen del resto de los demás santos que moran en la tierra y en el Cielo. Otro tercer privilegio tiene la virginidad, y es dar á Dios completa posesión de la persona que la profesa. El corazón de una virgen pertenece enteramente á Dios, no está dividido entre el Creador y las criaturas, porque ella no pertenece ya al mundo. La virgen ver- daderamente tal, dice el Apostol que es santa en cuerpo y alma, desprecia todos los placeres de la tierra, no se digna siquiera fijar su vista en los deleites del mun- do, y rompiendo con mano fuerte todos los lazos huma - nos, vuela con la libertad de los hijos de Dios, se re- monta al igual de los espíritus puros, y adquiere la soberanía y el imperio de la naturaleza, casi como lo tenía el hombre antes del pecado. Otro privilegio de la virginidad está incluido en aquellas palabras de Jesucristo: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán á Dios. Hay

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