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2 LA VIDA RELIGIOSA cribir algo nuevo sobre la vida religiosa!... ¡Tiene tan poco aliciente el escribir sobre esa materia!... Porque, ¿quién va á leer mis cartas? ¿Qué fruto puedo prome- terme de mis trabajos? Los seglares las dejarán, como si fuera cosa, inútil para ellos; los religiosos sabihon- dos (¡y son tántos!) dirán que quién soy yo para dar lecciones; y las religiosas engreídas, que por desgra- cia son muchas, pensarán que ya tienen bastantes li- bros para ínstruirse en sus deberes. ¿Para qué, pues, he de cansarme inútilmente? Sola tú, Sor Margarita, tú y otras almas puras y fervorosas como la tuya, leeréis con fruición el fruto de mis vigilias: pero á decir ver- dad, vosotras, religiosas fervientes, no lo necesitáis. ¿A qué, pues, trabajar en vano? Mas ¿qué digo? ¿será trabajo inútil el que se em- plea en conservar y aumentar la virtud de lás fieles esposas de Cristo? Y, por otra parte, ¿cómo renunciar á mi ocupación favorita y á la más grata de mis comu- nicaciones? Las relaciones sociales me son molestas y penosas. Yo no gozo más que con el trato de corazo- nes ardientes, de almas sensibles y puras, que no per- tenecen á este mundo. Soy peregrino y extranjero en él: nadie me entiende, ni yo entiendo á nadie, mas que á los ángeles de la tierra, 4 las almas candorosas, en- viadas por Dios á este campo de batalla que llamamos mundo, para conquistar en él la palma de las virgenes ó la corona de los santos. Tengo, pues, que optar entre vivir aislado y solitario en medio del mundo, como Pa- blo en la Tebaida, ó contraer íntimas y santas relacio- nes contigo, y con el corto número de almas escogidas que habitan en el silencio de los claustros. Opto, pues, por esto último, y cese la lucha que he sostenido inte- riormente para contestar á tu carta. En ella me dices que deseabas ardientemente ver terminada mi correspondencia con la afortunada Teó-

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