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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 195 suaye, su carga ligera y el peso de su ley muy facil de llevar: y así es realmente; pero los hombres unas veces por ignorancia, otras por temores infundados y otras por exageraciones pesimistas, añadimos peso sobre pe- so y carga sobre carga, haciendo insoportable lo que de suyo es harto llevadero. Hay personas tan exagera- das que no saben mantenerse en un buen medio, y si les da por la manga ancha, los verdaderos pecados los miran como escrúpulos de monja; y si les dá porel ri- gor, las acciones más lícitas les parecen pecado ú oca- sión próxima de él. En el primer caso á nada temen y les pasa lo que dice el Salmista, que se apartan del ca- mino del bien y no hay temor de Dios ante sus ojos; y en el segundo acontéceles Jó que á otro propósito dijo el mismo profeta, esto es, que se llenan de espanto y tiemblan de miedo, donde no hay por qué temer. Esto precisamente es lo que te pasa con las tenta- ciones en la oración por las cuales te creías abandona- da de Dios, según decías por estas palabras: “En la ora- ción, en la sagrada comunión, hasta cuando siento al. gún consuelo espiritual toma parte el cuerpo, y esto me fatiga y fhe apura y me hace creer que estoy dejada de la mano de Dios, y debo estarlo, cuando los confe- sores me dicen que deje la oración y las comuniones, si siento esa mala impresión. Estas palabras encierran el otro error de que te hablé en mi anterior, error que paso á combatir para sacarte de él y que sepas á qué atenerte en un punto que puede servirte de mucha ayuda ó de grande obstáculo en tu santificación. Digote, pues, que es una solemne tontería en el al- ma que ama la pureza creerse abandonada de Dios, porque en la oración, en la comunión ó en los consue- los de espíritu, á pesar suyo, siente todo eso que tú me dices: y afirmarle á esa criatura que es pecado lo que siente, y aconsejarle que deje la oración y los ejerci-

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