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182 LA VIDA RELIGIOSA sientan sus efectos con una viveza que parece infernal. No habiendo, pues, en tu alma voluntad ni afición á esos placeres impuros, bien puedes estar tranquila, aunque sientas más tentaciones que Santa Angela de Foligno y San Antonio Abad. Es menester no olvidar que los pensamientos y movimientos desordenados que sentimos no son culpa- bles, sino cuando voluntariamente los sentimos y nos entretenemos en ellos. Hay unos pensamientos malos que los produce el alma por afecto al mal, y otros que le vienen de su mala inclinación ó del demonio, á pesar de ella no quererlos; los primeros le pertenecen, por- que son suyos y la hacen culpable ante Aquél que ve lo íntimo del corazón; y los segundos no le pertenecen, porque no son suyos y la hacen inculpable á los divi- nos ojos; y no sólo inculpable, sino grata y hermosa, pues resistiendo á esos pensamientos, lejos de ofender á Dios, le agradamos y tenemos el mérito de la victoria; mérito tanto mayor, cuanto más pertináz haya sido la lucha. Lo mismo te digo de los movimientos desorde.- nados: no somos culpables sino de aquellos en que la voluntad toma parte, procurándolos de alguna manera, Ó no quitando la causa que los produce; pero los que sentimos á pesar nuestro, y los detestamos de veras, éstos, lejos de hacernos culpables, nos hacen dignos de premio y de gloria. Volviendo, pues, á los deberes que nos impone el voto de castidad, te diré ante todo que nos obliga á una vigilancia continua y á una lucha constante con los adversarios que nos la quieren arrebatar. La vigi- lancia nos ayudará á evitar las ocasiones peligrosas y lalucha á cerrar el paso al enemigo, castigando el cuerpo y mortificando los sentidos, que son las puertas por donde ellos entran al corazón para robarnos nues- tro tesoro. En la mortificación de los sentidos merece

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